En el curso de la historia la belleza del cuerpo ha sido interpretada de múltiples formas y su percepción ha variado significativamente a lo largo de las diferentes épocas y culturas.
En la antigua Grecia se valoraba la proporción y la simetría. En el arte, los cuerpos esculpidos eran una representación idealizada de la forma humana. Durante el Renacimiento en Europa – siglos XIV al XVII – la belleza del cuerpo fue nuevamente celebrada, pero los artistas representaron la figura humana de manera realista y proporcional. Las obras de Leonardo da Vinci y Miguel Ángel son un reflejo de la apreciación de la belleza corporal.
En el período barroco en Occidente – siglos XVII al XVIII – la perfección del cuerpo era voluptuosa y dramática. Mientras que, en el siglo XIX, durante la era victoriana, la belleza estaba influenciada por la moralidad y la modestia. La figura femenina ideal era curvilínea a la vez que recatada, con énfasis en una cintura muy estrecha.
En el transcurso del siglo XX, el ideal de belleza experimentó cambios drásticos. En los años 20 y 30, la figura «flapper» – lo que vendría a ser una chica a la moda – con líneas rectas y menos curvas se volvió muy popular. En las décadas posteriores, los estándares evolucionaron desde la delgadez extrema hasta una mayor aceptación de la diversidad de formas corporales.
En muchas culturas no occidentales, los patrones de belleza del cuerpo pueden diferir significativamente de los modelos occidentales. Por ejemplo, en algunas culturas africanas y polinesias, se valora la corpulencia como símbolo de salud y prosperidad.
En la actualidad, hay una creciente conciencia de la pluralidad de formas y tamaños corporales. Mientras se lucha para promover la aceptación del cuerpo tal como es, el rechazo hacia esquemas de belleza poco realistas aumenta.
La estética corporal abarca gran variedad de preocupaciones y desafíos que las personas enfrentan en relación con la percepción y la apariencia de sus cuerpos. Repasemos algunas de las problemáticas más frecuentes.
Comencemos por la tan temida celulitis
Una condición natural que no necesariamente indica un problema de salud. A pesar de ser una condición muy común, no son muchos los estudios científicos que aborden las causas que la ocasionan.
Desde un punto de vista científico, la celulitis se caracteriza por la acumulación de tejido adiposo subcutáneo – grasa – debajo de la piel; que se localiza en las llamadas regiones ginoides: caderas, muslos, nalgas y abdomen. Esta se presenta de manera irregular, dando lugar a la apariencia de hoyuelos o protuberancias.
La fisiología de la celulitis se puede explicar a partir de los cambios estructurales cutáneos asociados al sexo, las modificaciones en el tejido conjuntivo, problemas vasculares y algunos factores inflamatorios.
La celulitis se forma en la hipodermis – la capa más profunda de la piel – donde se encuentra el tejido adiposo. A medida que los adipocitos aumentan de tamaño, ejercen presión sobre la piel. A menudo, también se observan alteraciones en la estructura del colágeno y puede haber un aumento de formación de tejido conectivo fibroso. Todos estos cambios pueden contribuir al efecto piel de naranja.
La predisposición genética puede ser un factor determinante en la propensión a la celulitis, así como los componentes hormonales. Se cree que las fluctuaciones hormonales durante la pubertad, el embarazo o la menopausia, influyen en la aparición de esta condición.
Otro aspecto muy vinculado a la salud y belleza de la piel del cuerpo es la hidratación.
La falta de hidratación puede agravar condiciones dermatológicas preexistentes, como la psoriasis y el eczema. Estas patologías tienden a empeorar cuando la piel está seca y deshidratada. Por otro lado, la piel carente de hidratación es más propensa a la inflamación y a desarrollar condiciones como la dermatitis. La hidratación adecuada es importante para mantener una respuesta inmunológica efectiva frente a infecciones y agresiones ambientales.
A través de la hidratación regular protegemos la función de la barrera cutánea y minimizamos la perdida de agua transepidérmica (TEWL – del inglés transepidermal water lost)
La flacidez es, probablemente, la problemática cutánea más difícil de abordar.
En el origen de la flacidez cutánea y muscular intervienen múltiples causas y mecanismos donde la genética parece ser la gran protagonista.
Es fundamental diferenciar entre la flacidez cutánea de la muscular. La primera está estrechamente ligada al envejecimiento y, con ello, al deterioro y pérdida de las fibras elásticas y colágenas presentes en la dermis. La flacidez muscular puede aparecer debido a alteraciones del tono muscular de tipo patológico o alteraciones metabólicas. Otros factores frecuentes son el embarazo, dada la afección de los músculos de la pared abdominal, la pérdida de masa muscular a causa del sedentarismo y la disminución de panículo adiposo, especialmente en zonas como rodillas, glúteos, cara interna de muslos y brazos.
Existen estudios que concluyen que el aumento de la lipolisis, con movilización parcial de grasa en tejido adiposo subcutáneo, externamente se percibe con un aumento de la flacidez.
Hablemos un poco de las estrías.
Desde un punto de vista médico, este “problema” no supone un trastorno de gran importancia, pero, desde una perspectiva estética puede ser motivo de gran preocupación.
¿Sabías que esta condición aparece, aproximadamente, entre un 27 y un 35% de los adolescentes entre 10 y 16 años y es dos veces más frecuente en mujeres que en hombres?
Las estrías son lesiones atróficas lineales y hundimiento localizado de la epidermis. Las roturas del entramado fibroso de colágeno y elastina del tejido conjuntivo dérmico son debidas a la acción aislada o conjunta de una serie de causas y mecanismos de naturaleza endocrina, mecánica y neurofisiológica.
Se conoce que el aumento de la glucogénesis, con la consiguiente disminución de la capacidad energética, que produce una disminución del metabolismo dérmico afecta negativamente a la síntesis de los fibroblastos.
Conclusión
La relación entre el ejercicio físico moderado y una alimentación variada y equilibrada con nuestro estado físico y emocional es respaldada por numerosos estudios científicos. Salud, belleza y longevidad no dependen únicamente de estos dos factores, pero, ambos hábitos juegan un papel crucial en la promoción de la salud y la prevención de enfermedades.
Aquí os dejo algunas razones por las cuales tendríamos que priorizar el ejercicio y la buena alimentación:
- El ejercicio ayuda a mantener la masa muscular y la densidad ósea, lo que es especialmente importante para la salud y la estética del cuerpo.
- El ejercicio regular y una dieta equilibrada ayudan a mantener un sistema cardiovascular saludable, reduciendo el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
- Mantener un peso saludable está asociado con una menor incidencia de enfermedades como la diabetes tipo II y algunas formas de cáncer.
- Tanto el ejercicio como la alimentación saludable contribuyen a la reducción del estrés.
- El ejercicio regular se ha relacionado con un mejor rendimiento cognitivo y una menor incidencia de enfermedades neurodegenerativas, como la demencia y el Alzheimer.
- Una dieta equilibrada y el ejercicio moderado ayudan a mantener un sistema inmunológico fuerte.
- La actividad física y la nutrición saludable pueden ayudar a regular el sistema hormonal.