Cuando hablamos del envejecimiento, insistimos en la importancia de la recolocación postural, siendo conscientes en cómo apoyamos los pies, cómo están posicionadas nuestras rodillas, nuestra pelvis, cómo está nuestra columna y nuestro eje cervical, cómo respira nuestro diafragma, y cómo están colocados nuestros hombros.
La sinergia entre lo psíquico, lo emocional y lo físico se puede expresar en el cuerpo en forma de diferentes posturas, LAS MORFOPOSTURAS.
No hay ninguna postura ni mejor, ni peor, ni buena ni mala. ¿El por qué? Se trata de una adaptación de nosotros mismos ante la búsqueda del confort y de la comodidad que necesitamos ante situaciones y vivencias que no podemos controlar, o no estamos preparados en ciertos momentos de nuestra vida. A veces, vemos personas que tienen posturas muy erguidas, muy rectas y pensamos que son buenas. En muchos casos esta característica corporal habría que analizarla y saber qué es lo que está pasando en su interior. ¿Cuál es realmente su estado emocional?, ¿Por qué está tan regia con ella misma y con los demás?. Una postura demasiado forzada, ni es natural, ni tampoco es correcta del todo. Por este motivo, es interesante analizarla y cuestionarse un seguido de preguntas. ¿Qué se esconde dentro de esta persona? ¿Por qué necesita que creamos que es perfecta? ¿Por qué busca gustar? ¿Por qué quiere que supongamos que no tiene debilidades si en realidad todos tenemos?
Hay diferentes morfoposturas y todas nacen de la sinergia entre: los pensamientos, las emociones y el cuerpo físico. Una no existe sin la otra, por eso es una sinergia entre las tres.
Cuando pensamos, ya sea pensamiento bueno o malo, nos emocionamos y cualquier emoción se traduce en un movimiento en nuestro cuerpo, la postura.
Las emociones están consideradas movimientos, porque tienen dirección, y por eso nuestro lenguaje corporal se expresa con ellas. Existen 4 posturas, y cada una va en un sentido distinto con respecto al movimiento.
– La alegría: vamos hacia arriba, estamos contentos, eufóricos, saltamos de alegría.
– El miedo: nos contraemos, nos doblegamos, damos un paso hacia atrás.
– La tristeza: vamos hacia abajo, es descendente, nos hundimos, nos agachamos, estamos decaídos.
– La rabia: la agresividad, el atrevimiento, la decisión, pero nunca relacionado con la violencia. Entendemos la rabia como un impulso hacia delante de alguien que es extrovertido y que no tiene vergüenza, que dice lo que piensa.
Además de estos 4 movimientos, estas emociones pueden estar en introversión o en extroversión. Por ejemplo, la tristeza y el miedo son introversión, es decir, van hacia dentro y hacia abajo. En cambio, la alegría y la rabia son extroversión, dado que nos elevamos, vamos hacia fuera.
Cada emoción está relacionada con un morfotipo diferente de persona. La introversión está relacionada con personas, nerviosas, inseguras, perfeccionistas, autoexigentes, que son muy frías; quienes consecuentemente les cuesta demostrar sus emociones. Acumulan y retienen toxinas, tienen estreñimiento, no muestran sus emociones. De tanto que guardan estas personas, necesitan descargar puntualmente todo su genio yendo al gimnasio, moviéndose, cansándose.
Por lo que respeta a la extroversión, encontramos las dos emociones restantes: alegría y la rabia. En este caso, está dentro de morfotipos de personas que tienen un sistema sanguíneo que bombea mucho y hay vasodilatación hacia fuera. Además, son alegres, tienen mucha energía y tienen la temperatura alta.
Pero ¿qué podemos hacer para cambiar nuestra postura?. ¿Cómo lo hacemos?. ¿Por qué si decimos que depende de nuestros pensamientos y emociones, por dónde empezamos?
Primero hay que empezar por conocerse, siendo sinceros con nosotros mismos. Cerrando los ojos o meditando y pensando en cómo nos posicionamos ante nosotros y ante la vida. Como nos apoyamos en el suelo, nuestra seguridad, si estamos abiertos, cerrados, cómo tenemos los hombros, elevados o bajos, y cómo está colocado nuestro eje cervical. Es importante ser conscientes de la postura corporal, porque así sabremos más fácilmente que nos pasa por dentro. Si somos inseguros, si tenemos miedos, si tenemos mucha energía, si somos atrevidos, o si tenemos que escondernos, conocer qué caparazón tenemos delante para que no sepan cómo somos.
También hay que ser conscientes de como nos posicionamos y a partir de aquí empezar a cambiar. En el momento que empezamos mirándonos en el espejo y decimos: esto no está bien y esto tampoco, y empezamos a cambiar o hacemos un buen pilates, es ahí cuando nos volvemos a mirar en el espejo y nos vemos mucho mejor, lograremos tener más seguridad y consecuentemente nos gustaremos más. Esta seguridad cambiará nuestras emociones y automáticamente cambiarán nuestros pensamientos.
Parece fácil, pero no lo es. Pero hay que empezar un día a mirarnos, y atrevernos a conoceros y a querer cambiar y salir de la zona de confort que al final nos va a perjudicar en cuanto a la salud física, emocional y mental.
No siempre vivimos en un solo movimiento porque en los pensamientos y emociones de cada uno, puede haber muchas contradicciones. Podemos tener una posición elevada del tronco superior, ser abiertos y rectos, pero a lo mejor lo estamos forzando, dado que el tronco inferior está muy escondido. Por eso es importante analizar qué puede estar pasando para conocerse a uno mismo.
Hay que pensar, analizar y empezar a hacer cambios si realmente los necesitamos, y si no los necesitamos, hay que dejarlo, ya que “todo llega a su preciso tiempo”.