Estamos ya muy cerca del nuevo año, el 2016. En algunos trabajos o estudios se acerca también una sobrecarga de trabajo y cuotas de estrés extra por el cierre de año.
Nuestra vida diaria, en ocasiones, nos exige mucho. Las constantes tensiones y exigencias en el trabajo, los estudios, las responsabilidades en la casa… provocan unos niveles de estrés que pueden repercutir en nuestra calidad de vida.
Cuando somos conscientes de ello y queremos poner solución, es bueno pensar que no siempre las soluciones son externas y químicas, es decir, complementos vitamínicos o tónicos que prometen aumentar nuestra energía; más bien la clave está en tener una buena alimentación y unos hábitos saludables.
En estos momentos de exigencia personal son varios los coach en nutrición que señalan la importancia de tomar consciencia más que nunca en nuestra alimentación. Lo primero que hay que tener en cuenta es que el cerebro es el único órgano del cuerpo que es azúcar dependiente. Sus funciones se activan y se mantienen cuando tenemos adecuados niveles de azúcar, pero hay que saber que cuando se consumen grandes dosis de dicha sustancia se produce un falso estado de alerta que no suele durar más de 20 minutos, pasando posteriormente a sentir una profunda fatiga.
Aunque pueda suponer un gran esfuerzo, habría que hacer todo lo posible por reducir o, mejor aún, eliminar el azúcar de la alimentación diaria. Evitando así el deseo de estar comiendo a toda hora, puesto que cuanto más dulces consume una persona, mayor necesidad siente de comer otros alimentos azucarados, provocando en ocasiones grandes dosis de ansiedad.
Otra de las recomendaciones para combatir el estrés es conocer y aplicar en nuestra vida algunos de los grandes fundamentos del slow food, ¿lo conocéis?
Este movimiento convertido en asociación con repercusión en todo el mundo, surgió en Italia en 1986, como réplica a la tendencia fast food (comida rápida). Las personas implicadas acordaron que era necesario promover la lentitud en la comida, los productos naturales, las recetas locales, así como el deleite en el sentido del gusto, el comer sin impaciencia.
Aplicándolo a nuestro día a día significa comer con consciencia y atención, deteniendo todas nuestras actividades, cocinando de la manera más adecuada los alimentos y valorando en especial la calidad de las materias primas. Entre los principales beneficios, de esta manera de vivir y disfrutar de la alimentación, el combatir el estrés y la ansiedad es quizás uno de los más importantes.
Aún sabiendo que muchos tenemos y vivimos con prisa, que nuestra vida es un ajetreo constante y es difícil detenernos, deberíamos parar y disfrutar de nuestras comidas, el esfuerzo merecerá mucho la pena y, que mejor, que empezar un nuevo año con unos hábitos que nos ayudarán a vivir de una forma más feliz y consciente.